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Tecnología v/s Desempleo: Entrevista a Guadalupe Sánchez

<span id=hs_cos_wrapper_name class=hs_cos_wrapper hs_cos_wrapper_meta_field hs_cos_wrapper_type_text style= data-hs-cos-general-type=meta_field data-hs-cos-type=text Tecnología v/s Desempleo: Entrevista a Guadalupe Sánchez

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| Publicación julio 28, 2020| Última actualización noviembre 15, 2022


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La tecnología siempre ha sido un tema de discusión en materia laboral, muchos la toman como un aliado a la hora de trabajar y otros como una amenaza. Sin duda, la pandemia ha hecho que muchas personas se adapten a la tecnología de forma forzada y en otros casos que la mejoren o actualicen para cumplir con las necesidades del mercado. 

Fuimos en busca de expertos que lograran profundizar sobre el tema y conversamos con Guadalupe Sánchez, socióloga, coach certificada y licenciada en historia. Durante los últimos años ha estado ligada a la innovación de la tecnología, liderando procesos de inmersión y diseño de interacción usuario/plataforma apalancando la adopción tecnológica y su posterior usabilidad.  Realizamos una video llamada donde Lupe nos explicó la evolución de la tecnología y discutimos sobre tecnología y el mundo laboral. 

A continuación, revisa la entrevista que le realizamos y profundiza sobre nuestra conversación en el video adjunto al final de la página. 

 

Tecnología v/s Desempleo


¿Cómo ves el cambio que sucede hoy en el mundo del trabajo, en
particular respecto a la introducción de la tecnología? 

Creo que siempre es interesante hacer un ejercicio de mirar brevemente al pasado.
Desde esta perspectiva, recordemos que “el trabajo” como tal ha tenido en el tiempo
diversos cambios, tanto en su significación como en la forma de ejecutarlo. Así, en la
Antigua Grecia, el trabajo se significaba mediante la esclavitud versus la libertad. Siglos después la ética protestante le asignaba una naturaleza sacrosanta, donde el individuo se santificaba mediante el trabajo y el esfuerzo. Años después hacia la 2ª mitad del SXIX, en el contexto de la 2ª revolución industrial, nuevos métodos de producción y su aproximación económica, modificaban la percepción del trabajo significándolo principalmente como fuerza productiva. A mediados del SXX, el concepto del trabajo, aún con un alto contenido del hacer material y lo físico, se fue abandonando lentamente a medida que ingresábamos en los caminos de la sociedad del conocimiento, la era de la tecnología, de internet. En esta economía del conocimiento, toma un rol preponderante la función esencial que tiene el trabajo para las sociedades e individuos. Se hace más presente su valor intrínseco relacionado con su significado de identidad, integración social, libertad personal y autonomía. De esta forma, vemos que el trabajo es hoy y ha sido siempre parte de un continuo de cambios y resignificaciones. Toda variación reviste desafíos y oportunidades, y en esta vuelta eso no será diferente. Pero es importante contextualizar, no olvidar que el fenómeno no es nuevo, así como tampoco el que los
entornos son distintos por países, culturas, industrias, etc., por lo que si bien hablamos de tendencias globales, es importante no perder el foco de la realidad local en todos sus niveles (país, sociedad, individuo). Me doy toda esta vuelta porque el cómo la tecnología se inserta en el mundo laboral es un tema complejo con múltiples variables, por lo que influye en muchísimas dimensiones del mundo laboral a nivel de sociedad, organizacional e individual.


Muchos creen que la tecnología ha llegado para provocar y reemplazar la fuerza humana... ¿Qué consideras de esto?

La tecnología está en el mundo laboral hace años. Sin ir más lejos desde mediados del SXVIII con la incorporación de la máquina a vapor. Luego la industrialización hizo su parte y aproximadamente en la primera mitad del SXX el desarrollo de la aeronáutica, luego la electrónica y tantas incorporaciones técnicas más, ya estábamos conviviendo intensamente con la tecnología. Sin embargo, lo que hoy posiblemente lo hace más diferente y quizás amenazante, es la incorporación de lo que usualmente entendemos como inteligencia artificial (IA). En general se entiende como un grupo de técnicas que permiten automatizar ciertas tareas mediante tecnología con la capacidad de que sean hechas igual o mejor. La IA cabe también en una definición un poco más amplia que incluye machine learning, deep learning, data science y big data. Aunque la IA apunta a imitar la inteligencia humana, los seres humanos seguimos siendo aún central para cualquier sistema tecnológico. Es cierto que se pueden imitar redes neuronales y una serie de mecanismos que hasta hace poco solo estaba al alcance de la racionalidad humana, sin embargo la complejidad y posibilidades de las personas es aún mayor. Por lo tanto, más allá de la creencia que la inteligencia artificial y los procesos de automatización asociados viene a sustituir trabajo humano, la realidad es que son facilitadores para los trabajadores en sus tareas. Estamos en un proceso donde humanos y computadores debemos aprender a interactuar. Entiendo también que hay posiciones que consideran que el objetivo final de los procesos de automatización es solo respecto a costos, por lo
que prescindir de las personas lo lograría. Aunque creo que ya hay cada vez menos de quiénes se paran en esa vereda. Me parece mejor ver otra perspectiva. En la que
nosotros usamos la tecnología para apalancar y mejorar el mundo del trabajo. Como
escuché decir una vez a Humberto Maturana en un seminario, a alguien que le preguntó si él creía que las máquinas de alguna forma dominarían el mundo del trabajo. Respondió algo así como “el mundo y el futuro será lo que nosotros queramos que sea”. Y es esa la perspectiva que creo que debe conducirnos, buscar lo mejor de nosotros, de los colaboradores, y potenciar esas habilidades usando tecnología de avanzada.


¿De qué forma los directivos deben abordar y adaptar la tecnología en sus trabajos? ¿Cómo se pueden crear nuevos puestos de trabajo usando la tecnología y no provocando desempleo?

Toda empresa tiene como fin alcanzar buenos resultados. Afortunadamente creo son cada vez menos los que creen que eso significa solo resultados económicos. Hace un tiempo que el valor de la sostenibilidad ha adquirido su real dimensión, entendiendo que el buen resultado solo se logra mantener en el tiempo si es que se consideran también las necesidades y expectativas del entorno, desde las implicancias medioambientales a las sociales. Y en este proceso, no hay duda que el valor de una organización está en las personas que la componen.
Es cierto que la automatización permitirá eliminar muchas tareas repetitivas y
afortunadamente también algunas que son de alto riesgo. Sin embargo, el conocimiento para llevar a cabo la mayor parte de las demás tareas requiere de la experiencia y conocimiento de las personas. Ya sea para incorporar esa información a la máquina o para trabajar en complemento a ella. Las máquinas no tienen -al menos aún- la capacidad de advertir improvisaciones ni reflexionar para tomar una nueva opción. En los últimos dos años tuve la oportunidad de trabajar en desarrollos tecnológicos para la industria de la minería y recuerdo una anécdota que me contaron en ese contexto de una prueba de camiones automatizados, donde el camión de tantas veces que pasó por el mismo lado del camino lo dejó hundido. Frente a la complejidad de un nuevo escenario, el operador que dirija esa máquina ya sea a distancia o en terreno es esencial. La reacción del operador, producto de su conocimiento y años de experiencia, no es automatizable. Al menos no fácilmente.
Por otra parte, hay una perspectiva importante de abordar en este proceso: el espacio que existe entre lo manual y lo digital. Hay una brecha importante entre medio. No solo técnica, sino aún más importante una cultural. Los cambios en los que estamos insertas las personas tienen siempre esa dimensión y sabemos que el proceso es lento. Requiere que conozcamos el cambio, lo entendamos, aceptemos y luego, una vez que éste sea legitimado, podremos recién incorporarlo.
Creo que hay un gran espacio para validar primero el valor de las personas. Quizás es un proceso más lento, donde habrá que invertir en tiempo y recursos, pero de seguro será más sostenible en el tiempo. Respecto al primer punto, cuando hablamos de que hay tareas que sí son reemplazables. Es fundamental generar estrategias de capacitación, ya sea para una reconversión de labores o para adquirir competencias digitales necesarias para los procesos de transformación digital. Evaluar cuáles son las habilidades que realmente tienen las personas y poder potenciarlos. Esto por cierto significa mirar un poco fuera de lo establecido y atreverse a plantear que quizás la persona que lleva años haciendo una tarea es muy buena para otra. Desde esta etapa, la tecnología ya es un aliando tremendo. Con buenos desarrollos tecnológicos es posible detectar patrones de rendimiento, brechas de productividad y muchos otros indicadores que los pueden guiar a
detectar las habilidades realmente necesarias para derivar de manera más efectiva a un proceso de capacitación. Incorporar procesos tecnológicos desde etapas tempranas también colabora en subirse al mundo digital paulatinamente, lo que, junto con agilizar el proceso, ayudará a validar y legitimar el proceso dentro de la organización. La inversión en trabajar las habilidades de los colaboradores tiene retribuciones más amplias. Diversos estudios avalan el que capacitar a trabajadores, no solo mejora sus competencias sino también les permite estar más motivados intrínsecamente en sus tareas (esto es, motivados por su trabajo en sí mismo), ya que se sienten que pueden responder de forma exitosa a los desafíos, y buscan superarse a si mismos.
Por último, respecto al proceso de cambio cultural, diría que el foco en la co-construcción y colaboración es esencial para que la transformación digital y la posterior adopción de las tecnologías que se busque incorporar sea sostenible en el tiempo. Ahí también existen oportunidades de detectar nuevas habilidades y liderazgos. La valoración y visibilización al realizar procesos que consideren la diversas miradas y perspectivas solo enriquece y genera un ciclo virtuoso, que se manifiesta de forma positiva en el grado de autonomía, bienestar y motivación de los colaboradores.

 

Sin duda la pandemia ha hecho que muchas empresas se adapten
rápidamente a la tecnología, algunas hasta sin estar preparadas, qué les recomendarías tu a esas empresas que tengan en consideración?

Que la automatización y la transformación digital se acelera en este contexto, creo que no cabe duda. De manera forzada se han podido ver los beneficios de la tecnología en diversos ámbitos, desde la automatización de labores a la forma en que se ejecutan las tareas con el trabajo a distancia y tantos otros beneficios más.
Hay muchos buenos consejos al respecto. En el webinar que hicieron ustedes hace un par de días, salieron varias buenas prácticas.
Creo que es importante distinguir entre los 2 procesos eso sí. Uno es el que se refiere al cómo hacer el trabajo y la consecuente posibilidad de hacerlo a distancia. El otro se refiere a la transformación tecnológica de los procesos productivos o de servicios. En ambos creo que es importante aprovechar el ejercicio ya realizado, revisar y volver a “prototipar” para encontrar la mejor solución. Hay una oportunidad tremenda con esto, porque el primer paso ya está dado y lo vivimos todos. Muchos que eran de mirada conservadora, se vieron atreviéndose a innovar. Así que sin duda es el momento de avanzar, ahora con la posibilidad de evaluar y corregir.
Por ejemplo, respecto al primer punto, el cómo ejecutar el trabajo, creo que con este
ejercicio de pandemia hemos visto que el espacio-tiempo es flexible y muchas veces
favorable. Pero como todo, no se puede generalizar. Y no existen grandes recetas únicas.
Hay ciertas funciones que son más flexibles en el tiempo, otras en el espacio donde se ejecutan y otras que se benefician en ambas. Pero acá hay una posibilidad de hacer mejoras en la experiencia de los colaboradores y para eso lo mejor es entender el contexto particular del negocio y del grupo de personas, escucharlos. Para este tipo de procesos, existen diversos métodos desde la innovación que son buenos aliados porque permiten trabajar escenarios complejos donde las soluciones que emerjan pueden ser múltiples.

Finalmente, como hablábamos antes, los que hacen el trabajo son quienes mejor pueden decir cómo hacerlo. Ellos podrán identificar cuáles son las condiciones más adecuadas para lograr las metas que existen. Es el momento también de poder integrar la mirada de conocer a ese grupo de personas no como seres escindidos en su vida laboral y personal, sino como una persona completa que tiene distintas circunstancias, habilidades, ciclos de vida, etc. El individualizar la experiencia de los colaboradores es cada vez más esencial.
Hay un episodio de McKinsey Podcast (“The mass personalization of change: Large-scale impact, one individual at a time”) de junio de este año que refiere a cómo la tecnología ayuda en este proceso de individualizar la experiencia. Recomiendo escucharlo.
Estoy realmente convencida que la tecnología tiene infinitas posibilidades para el mundo del trabajo. Y en esta vuelta, la cuarentena ya empujó a muchos con el primer paso. Y esa es una oportunidad que no se debiera desaprovechar.

 


¡Mira nuestra entrevista exclusiva a Guadalupe Sánchez!

 

 

 

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